jueves, 21 de marzo de 2013

Mi Entropía

Desde que no estás
he sentido cerrarse mis pulmones
para ahogarse,
con el humo de los sucedáneos,
a los que ahora
dedico tus horas. 
(que son menos mías).

Desde que inundamos la ciudad
con los ojos
y gemimos de terror, 
como en otras ocasiones fue de amor
y ahora que tus dedos se deslizan,
ya no sobre ni bajo de tu ni mi,
sino en sentido opuesto a mis palabras, 
que forman más parte de esta entropía 
que las cicatrices de las guerras,
que nos quedaban
por perder. 

Ahora que tus labios
estarán musitando a kilómetros de aquí,
besando o comiendo a saber el qué
y los mios no rozan mas que filtros,
mientras ayudan a contener el humo 
a unos pulmones,
que se tiñen de color pesadilla. 

Ahora que no cambio las sábanas cada día que.
Y no limpio el piso porque. 
Y no abro la ventana para que. 

Lo siento, 
pero necesito tu pizca de cordura
para poder así,
perder la mía. 

Sigo soñando con tu silueta
bailando al borde del abismo,
sigo sintiendo como el viento
abraza tus rizos, 
y estos se deslizan
hasta alcanzar el equilibrio
con el tornado que emerge desde tu espalda. 
debajo de tu cintura. 

Despierto, 
cuando caes hacia el vacío
y desapareces para siempre. 

Hay quien lo llama pesadilla. 

No tienen ni puta idea cariño: 
pesadilla es despertar y que no estés, 
Nunca jamás. 


sábado, 9 de marzo de 2013

"vete tú y así
será todo más difícil,
más a mi manera"
@godoy_nati

Tengo cajones llenos de sueños
de pesadillas y de dudas,
tan repletos,
que no sé cerrarlos. 

El problema reside en tener 
más cajones que cojones
y claro. 

Nos ensañaron el tiempo condicional
y aprendimos a vivir
a condición del tiempo
sin plantarnos,
o plantearnos,
(que son formas de echar raíces)
el hacerle frente al: 
¿y si...? 

No quiero que pienses en la tormenta
que provocarás, 
pero recuerda:
yo he sobrevivido a terremotos,
y a veces estos últimos
provocan un tsunami de dudas.
En otros ojos. 

Te suplicaría un abrazo cada noche, 
pero no me pidas que me quede.
Me quedaría cada día, 
pero no supliques que te abrace.
No pidas nada, 
que yo,
ya aprendí a intercambiar caricias por sonrisas
y éxtasis por mamadas. 

Mi miedo a las avispas 
como metáfora a ese pánico incontrolable,
por todo lo que es capaz de dañar 
sin previo aviso
y de forma fugaz.
Por todo lo imposible,
de derrotar. 

Pero ya sabes, 
que me encantan las batallas.