miércoles, 17 de junio de 2015

Veneno


Tengo las alas atrofiadas,
cansadas de soportar la fatiga
de encrucijadas sin resolver.

Noto el desgarro en el pecho, 
esa especie de quédate, 
pero manten la boca cerrada 
y fóllame más lento. 

Los bailes pendientes 

el cúmulo de porqués 
juegan al escondite 
con un cascabel en el cuello.

Las serpientes 
muestran sus colmillos, 
mientras me juran que no tienen veneno.

Tengo un amarre de lágrimas navegando 
en la soledad de un desierto.

Aprendí a observar fijamente 
y a desviar la mirilla, 
cuando no era yo a quien apuntaban.

Soñé con cuchillos 
que me rozaban los dedos, 
y aunque no pude cortarme, 
noté 
el hedor a sangre en el suelo.

Entiendo,
con la carencia de cordura que me otorgas, 
que has sido paisaje surrealista entres mis manos 
y figura realista 
en las de cualquier otro.

No soporto la retórica si no empezamos exagerando. 
Y mucho menos,
si acabamos disonantes. 

Ya lo sabes, últimamente tengo una infinidad de Domingos cargados sobre mi espalda, mientras siento como las costillas se disocian y comienzan a desgastarse las alas. No hablo de volar, sólo de tener derecho a sentirlas, a poder acariciarlas. 

Supongo. 

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