martes, 16 de julio de 2019

36000 horas después

El pecho oprimido te inhabilita 
del color de una sonrisa 
y te destempla el alma. 

Escalas de grises sobre pentagramas de sueños
que se van emborronando,
desvaneciendo ante cada paso. 

Un pie delante del otro, 
a pesar de que tiemblan
cada una de tus extremidades. 

El sudor frío, 
la angustia desmedida,
el aliento entrecortado,
te acarician la espalda para despertarte. 

Hablabas de alas,
pero ellos,
exigen motores de propulsión.
Añaden contrapeso a tu estructura
y el despegue se hace tan improbable, 
como inestable sientes 
el trascurso de los días. 

Debes permitirte caer 
y que el estruendo sea tan grande
que se escuche en otro continente. 
Puedes permitirte bailar, 
aunque solo sepas pisar los pies
y termines exhausto y tumbado en el suelo.

Que andar con pies de plomo,
solo añade peso a cada uno de tu pasos.
Puede que el camino llano, asfaltado, 
sin vegetación ni piedras afiladas
sea imposible con ese contrapeso. 
Quizá sea más sencillo,
lanzarte de cabeza a una cascada 
en la que la espuma, 
esconde todo el fondo. 

Así que, 
Salta.