Solo escribía para recordarte
el lustro de secretos
que te obligaban a fingir bandera blanca,
mientras cargabas otra bala
inmersa en el fragor de la batalla.
Solo escribía para recordarte
el color de las baldosas
que no tuviste que pisar,
porque te alzaba entre sus brazos
mientras sonreías a escondidas.
Solo escribía para recordarme
el sabor de una victoria
en campo contrario.
La fragilidad de la seda
cuando te conviertes en crisálida.
El sonido de la lluvia
si las nubes son tu cuerpo.
La oscuridad de los árboles
si les ruegas un secreto.
La Resistencia milésima del fuego
cuando saltan chispas de dos piedras,
engañando mientras tanto
a tu mechero.
Solo escribía para recordarte.