lunes, 13 de enero de 2014

Intento de historia feliz. Nº 1.



Intentaré realizar la pirueta con la mayor elegancia posible. Haré un salto mortal con triple vuelta, de espaldas a la tristeza, no sé si me entendéis.


Podría empezar resaltando cada uno de esos diminutos detalles. Describir, por ejemplo, los dibujos que se reflejan junto a su boca cuando sonríe, el número de giros que debes realizar si paseas por su pelo, el volumen de lágrimas que retiene en un llanto o el gesto que pone frente a un espejo justo antes de dar un portazo y salir a devorar el mundo.


Quizá, en un arrebato de soledad, os contaría la historia del paisaje que existe entre sus hombros, la altura de las colinas de su pecho, o el diámetro de cintura que envuelve sus cuarenta y pocos kilos. No sabría explicaros la desembocadura de su ombligo en el triángulo de las bermudas de su cuerpo y de cómo le quedan esos pantalones vaqueros.


Si llegamos a éste punto, descenderíamos por el trampolín que se enreda como una telaraña hacia el reino del hielo con el que toca tierra. Quería decir: No creo que exista absolutamente nada mejor que el tacto de sus pies fríos en invierno.


Podría componer la partitura de su risa, medir la luminosidad que desprende cuando te mira o incluso calcular la frecuencia con la que toma y expulsa el aire.


Eso de lo fácil que resulta perderse en el laberinto de sus besos.


Pero yo,

solo sé escribir historias tristes.

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