Como si no
supiéramos de que va el juego.
Apuestas las ganas a
una intuición en dos colores.
Gira la rueda y
pierdes la cara y la cruz que te viene encima.
Como si
no tuviéramos esa sensación del que habría pasado
si hubiéramos apostado a otro número.
Y sí Escandar,
repaso los números a los que no sigo llamando, pero en ocasiones, hay que echar
la mierda sobre los que dejaron de descolgar.
Porque
nosotros ya estamos de mierda hasta el cuello, es decir,
olemos a juventud
que dan arcadas.
Su ruleta solo
se detiene para señalarnos con el dedo.
El mismo dedo que vive junto al corazón
con anillo de para siempre
El mismo dedo que vive junto al corazón
con anillo de para siempre
y que ha
atravesado el alma de señoritas,
que cobraban
entrada. Y ellos nos señalan.
Ap(u)estan
fuerte,
porque han
aprendido a ganar tirando tantos faroles
que han
cambiado las reglas
y ahora somos
nosotros
los que nos
perdemos contando hasta cien.
No sudan la
camisa,
la corbata
en simetría con su cara de imbécil
y los zapatos
brillantes,
para que en
ellos reluzca algo.
Y ellos nos
señalan hablando de perros y flautas.
Como si una
rasta cortara más que un cuchillo,
como si un
piercing fuera un dedo en el gatillo.
Como si la
tinta sobre nuestros cuerpos, cuadernos o libros,
fuera más dañina que
sus firmas que
recortan en,
o suben el,
o nos echan de.
Pero en el
ajedrez, cuidado con los peones, porque ya han derribado torres, aprendido a
domar un caballo y afilado la pluma.
Y sí, conocemos vuestras flaquezas.
Genial. Volveré a pasarme.
ResponderEliminar