martes, 9 de abril de 2013

Habláis de altura
como si no tuviérais miedo a los rascacielos,
por eso de que casi llegan
a tocar el paraíso.
Y siempre es casi. 

Y casi siempre significa nunca.
 

Perseguimos sueños en horario de oficina
y no luchamos con ellos
por falta de tiempo.

La relatividad del tiempo

como religión
y el destino como profeta.

Por lo relativo de la esperanza de vida
y por los que dejaron de pronunciar
la palabra esperanza. 

Desinfectamos cicatrices con alcohol,

que hace escocer el alma más que el cuerpo.
"Si no curas seguirás escociendo".

Pero rascar no es arañar

y las cicatrices en mi espalda
son lo mas cercano,
al placer infinito que conozco. 

Y visto un infinito,

que Fibonacci mate-matizó
pero que ni la poesía explica.
Eso de la espiral de sentimientos.
 

Veo amor en régimen transitorio
y frascos tamaño prueba de paciencia.

Sólo creo en la con-ciencia

desde que descubrí
la eficacia del método de ensayo y error
como destapa fantasmas.
Y desde entonces miro más
pero entiendo esta jungla un poco menos.  

Y perdí el miedo a los monstruos,
cuando comprendí que para ellos,
los malos son
los que no los dejan salir del armario.

Y de esos, por desgracia
está todo repleto.  


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